lunes, 2 de febrero de 2015

Historia De Reflexiones

                                                          

  Historia De Reflexiones 



                                                                          La caja vacia
Los miembros de cierta tribu del África occidental cuentan la leyenda de la doncella celestial.
Sucedió una vez que la gente de la tribu notó que sus vacas producían menos leche que antes. Y no se explicaban el motivo...Un joven se ofreció a velar toda la noche y ver que podía estar pasando. Después de varias horas de espera en la oscuridad, oculto tras un arbusto, vio algo extraordinario. Una joven de notable belleza bajaba montada en un rayo de luna, trayendo un gran cubo. Ordeñó las vacas, llenó el cubo con la leche y volvió al cielo montada en un rayo de luna. ¡El hombre no podía creer lo que había visto! A la noche siguiente puso una trampa en el prado de las vacas, y cuando vino la doncella a ordeñar las vacas, accionó la trampa y la atrapó.” Quién eres?" -le preguntó-.
Ella le explicó que era una doncella celestial, miembro de una tribu que vivía en el cielo y no tenían con que alimentarse. De modo que le habían encargado que bajara a la tierra de noche y recogiera comida. Le rogó que la liberara de la red, y ella haría lo que él le pidiera... El hombre pensó un poco y luego le respondió que la liberaría sólo si ella accedía a casarse con él.
"Me casaré contigo", dijo la doncella, "Pero debes dejarme ir a mi casa por tres días a prepararme". "Después volveré y seré tu esposa". Él estuvo de acuerdo. Tres días después, la doncella regresó, portando una caja grande. "Seré tu esposa y te haré muy feliz", le dijo al joven, "pero debes prometerme que nunca mirarás lo que hay dentro de esta caja".
Durante varias semanas, fueron muy felices juntos. Hasta que un día, mientras su esposa estaba ausente, el hombre fue dominado por la curiosidad y abrió la caja. No había nada en ella. Cuando la mujer regresó, vio que su marido la miraba con una mirada extraña y le dijo:
"¿Miraste dentro de la caja, no es cierto? Pues entonces no puedo seguir viviendo contigo".
"¿Por qué?" preguntó el hombre, "¿qué hay de terrible en que mire el interior de una caja vacía?".
"No te abandono porque hayas abierto la caja. (De todos modos, supuse que lo harías)... Te abandono porque dijiste que estaba vacía. No lo está; está llena de cielo. Contiene la luz y el aire y los olores de mi casa en el cielo. Cuando volví allá por última vez, llené la caja con todo lo que había de más precioso, para recordar siempre de dónde provengo. ¿Cómo puedo ser tu esposa si lo que para mí es más precioso, para ti no es nada?".
¿¿¿Cómo valoramos a nuestros seres queridos??? A veces no entendemos lo que es importante para ellos, cuál es el tesoro interior de cada uno, qué es lo que guardan en sus cajas...


Carta de un perro a su amo
Habían pasado dos días sin conseguir algo que llenara mi estómago, el sol de mediodía era absorbido por mi pelaje oscuro y la sed se hacía insoportable, como siempre sin rumbo comencé a subir un camino asfaltado, creí escuchar el sonido del agua y me dispuse a cruzar la calle.
Todos los pensamientos fueron arrancados de mi mente, un fuerte golpe hizo que rodara sobre mi cuerpo, quise levantarme y correr, mis patas traseras no me respondieron. Me di vuelta y una parte de mi cuerpo había sido arrancada, confundido y terriblemente adolorido me arrastre sobre las patas delanteras hacia unos fierros en busca de protección, mientras tanto muchos vehículos pasaron velozmente por mi lado, el sol no dejaba de quemar mi cuerpo, la sed había sido sustituida por un dolor cada vez más intenso. Mientras alucinaba escuche la voz de mi amo llamándome "... ¡¡ Negro!!..",creí que me buscaba y trate de incorporarme una vez más, no había nadie, solo estaba soñando, al terminar la tarde estaba demasiado débil para incorporarme, entraba de rato en rato en largos sueños que trajeron a mi mente los días felices, mi madre, mis hermanos, mi nueva casa, los niños que jugaban conmigo, una vida sin problemas.
Un día por algún motivo todos se fueron, se llevaron los muebles, las plantas y la casa quedó vacía. Vi muchas lágrimas en los niños cuando se despidieron de mi yo no entendí nada de lo que pasaba.
Como siempre los acompañaba, corrí detrás del camión para despedirlos, esa noche los esperé hasta tarde, como no llegaban y hacía demasiado frío comencé a rascar la puerta y nadie me abrió, pasaron muchos días esperando, di vueltas por el barrio en busca de comida y aprendí a sobrevivir de basura, los golpes y el desprecio se hicieron cotidianos junto al hambre, la sed y el frío un frío tan intenso como el que comenzaba a sentir ahora, junto con el dolor que no me dejaba descansar.



El silencio de la noche era interrumpido por las luces de los vehículos que pasaban muy cerca mío como si no existiera, al llegar la madrugada sentí un dulce calor en el cuerpo una sensación de abrigo que cogía mi vida del frío pavimento, supe que no los volvería a ver que era hora de partir, tal vez a un lugar mejor, y mi mente se volvió a preguntar lo que había estado presente todo este largo día:

DONDE ESTABAS TÚ CUANDO YO ESTABA HERIDO?




Sapo y la rosa
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa mas bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordeno al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Esta bien, si así lo quieres. Poco tiempo después el sapo paso por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.

Le dijo entonces: Vaya que te ves mal. ¿Qué te paso? -El rosa contesto: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. El sapo solo contesto: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.




 
EL SACO DE PLUMAS

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo: "Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas". El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas. Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas". El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.
Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".



LA LUCIERNAGA Y LA SERPIENTE
Cuenta la historia, que una serpiente comenzó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía asustada y a toda velocidad de la predadora, pero ella seguía siempre atrás.

Huyó durante un día... dos días... y al tercer día, ya sin fuerzas la luciérnaga frenó y dijo a la serpiente:

-¿Puedo hacerte tres preguntas?
-No acostumbro a otorgar ese privilegio a nadie, pero como te voy a devorar... pues pregunta!
-¿Pertenezco a tu categoría de alimentos?
-No -contestó la serpiente...
-¿Te he hecho algún mal?
-No... -volvió a responder
-Entonces, ¿por qué quieres terminar conmigo? -siguió la luciérnaga
-PORQUE NO SOPORTO VERTE BRILLAR...! -terminó diciendo la serpiente

Moraleja:

Si ya te ha ocurrido o si en algún momento llegas a éste punto en que debas preguntarte: "¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo, ni daño a nadie? ahora ya conoces la respuesta: Porque no soportan verte brillar!
Si eres luciérnaga, por más que te lo propongas no podrás dejar de brillar, ¡es tu naturaleza!
Tampoco podrás deshacerte de las serpientes, forman parte de la naturaleza.
Así que aprovecha tus alas y vuela alto y aunque tu brillo moleste a los predadores... sigue brillando!



EL ALPINISTA
Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua inició su travesía, después de años de preparación pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidades, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires... caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de la vida... Él pensaba que iba a morir, sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos... SI, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura. En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar: -"AYUDAME DIOS MIO..." De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó: -"QUE QUIERES QUE HAGA?" -"Sálvame Dios mío." -"REALMENTE CREES QUE TE PUEDA SALVAR?" -"Por supuesto Señor " -"ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE..." Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó...



La silla
La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote asumió que el hombre sabía que vendría a verlo.
- "Supongo que me estaba esperando", le dijo.
- "No, ¿quién es usted?", dijo el hombre.
- "Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted. Cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo iba a venir a verlo".
- "Oh sí, la silla", dijo el hombre enfermo. "¿Le importa cerrar la puerta?".
El sacerdote, sorprendido, la cerró. "Nunca le he dicho esto a nadie, pero... toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro, pues no tengo idea de cómo hacerlo. Por ello hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mí hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: "José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas... Te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente tuyo , luego con fe mira a Jesús sentado delante tuyo. No es algo alocado el hacerlo, pues Él nos dijo 'Yo estaré siempre con ustedes'. Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora mismo".
José continuó hablando: "Es así que lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija, pues me internaría de inmediato en la casa de los locos".
El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que había estado haciendo y que no cesara de hacerlo, luego hizo una oración con él, le extendió una bendición, los santos óleos y se fue a su parroquia.
Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó: "¿Falleció en paz?". "Sí", respondió la hija. "Cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama. Me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras una hora más tarde ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?".
El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió: "Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera".




El anillo
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro sin mirarlo, le, dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después...- y haciendo una pausa agregó- si quisieras ayudarme tú a mi, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

E...encantado, maestro- titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado.

Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Entró en la habitación.

Maestro- dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

Qué importante lo que dijiste, joven amigo- contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-58 MONEDAS!!! Exclamó el joven. -Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé...si la venta es urgente..

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo- Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.




Diez cosas que dios no te preguntara
 
1. Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas; te preguntará a cuánta gente llevaste.

2. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa; te preguntará a cuánta gente recibiste en ella.

3. Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario; te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse.

4. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo; te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo.

5. Dios no te preguntará cuál era tu título; te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad.

6. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías; te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo.

7. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías; te preguntará cómo tratabas a tus vecinos.

8. Dios no te preguntará el color de tu piel; te preguntará por la pureza de tu interior.

9. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación; te llevará con amor a su casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.

10. Dios no te preguntará a cuántas personas enseñaste este mensaje, te preguntará si te dio vergüenza hacerlo.

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